Si yo fuera chofer de Bus

Si en lugar de haber elegido formarme como abogado, me hubiese dedicado al honorable oficio de transportista público, haría las cosas distintas a como las veo; así como también me comportaría distinto, si en lugar de atender los asuntos de mis clientes, mi trabajo consistiera en trasladarlos hacia su destino.

Si yo fuera chofer de bus, esperaría estar inscrito en una asociación de transportistas que no solo se encargue de elevar la voz cuando la consigna se trate de aumentos de pasaje, sino que impartan cursos, promuevan el respeto a los adultos mayores, me enseñen que solo en las paradas se recogen y dejan a los pasajeros, realcen mis buenos modales y optimicen mis valores de pulcritud y cuidado tanto de la unidad de transporte público que opero, como del medioambiente.

Si yo fuera chofer de bus, sería realmente un profesional del volante, bajaría el volumen de la música, reduciría la velocidad y cedería el paso; comprendiendo que no soy rocola, piloto de fórmula 1, ni dueño arbitrario de las calles.

Si yo fuera Chofer de Bus, esperaría que los fiscales de tránsito siguieran mis pasos y pisaran mis talones, verificando que me encuentro apegado a derecho y que mis infracciones solo pueden ser saldadas con multas y sanciones, sin ningún otro medio alternativo que consista en “aliviar con algo” para obtener finalmente un “dale que no viene carro”.

Si yo fuera chofer de bus, estaría deseoso de presentar exámenes anuales para demostrar suficiencia en mi capacidad mental, verbal y conductual que permitan renovar mi licencia oficial.

Por otro lado, si yo fuera taxista, comprendería que la analogía alude en igualdad de condiciones a mi respetable oficio, pero sobretodo, si yo fuera Alcalde, entendería que sin importar el municipio en el que fui elegido, esto tiene una connotación especial para mí.

En definitiva, si yo fuera chofer, señor Alcalde, esperaría por sus instrucciones, pues el territorio en el que Usted ejerce su titularidad por causa de elección popular, tiene competencia propia sobre los servicios de transporte público urbano, así como de la vialidad, la circulación y ordenación del tránsito de vehículos y personas en dichas vías.

Aquí no se trata de toldas coloridas ni mucho menos de favores solicitados, pues es claramente una urgencia que pide ser atendida por quienes tienen no solo la obligación de hacerlo, sino el deber político y moral de implementar las acciones necesarias para corregir el sistema de transporte marginal que hoy nos embarga; y que la falla es medular y no estética, por lo que hace falta algo más que simplemente renovar el caparazón de los autobuses.

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