Viveza crimiolla

Fue muy enfático cuando expresó: “Los Criminales nacen y también se hacen…” Los escasos murmullos que como música de fondo acompañaban su exposición, súbitamente enmudecieron. Existen dos tipos de criminales -insistió, mientras permanecía apoyado de su escritorio, allí en ese cuerpo de madera en el que reposaba su maletín de médico, que era la profesión de quien fue mi profesor de Criminología durante aquellos años en la Universidad-, los que nacen y los que se hacen; los primeros responden a una carga genética, y los últimos son aquellos cuya naturaleza no obedecía a tales inclinaciones, pero el sendero de sus vidas los condujo hacia el mismo resultado.

No es necesario haber compartido aula conmigo durante aquella época, para lograr comprender este concepto, incluso no hace falta haber estudiado Derecho, ni mucho menos una Licenciatura en Ciencias Criminalísticas, Forenses, Policiales, o haberse alistado en el ejército; tampoco es menester, como signo de visión ecuánime y ciudadano ejemplar, el haber recibido la Llave de la Ciudad en manos del Alcalde, al mejor estilo Hollywoodense; se trata simplemente de entrar en casa de tu vecino, y mientras te ahoga con quejas insólitas de lo que abruma a nuestro país, ves como su dispensa se encuentra con más reservas de insumos que un mayorista de víveres, sabes que no paga la luz, cortesía de un poste de alumbrado público, y finalmente te cuenta como “cuadró” un cupo Universitario, para ver si su chamo se anima a estudiar.

Es tan sencillo como encontrarse parado frente al semáforo en rojo y sentir la corneta del vehículo de atrás que te despeina si no te comes la luz, o aquel autobusero que desde el canal izquierdo atraviesa en pleno la avenida y consigue detenerse justo sobre la línea limítrofe que divide el canal del medio con el derecho, para recoger y dejar pasajeros, obstaculizando completamente el tráfico, mientras una desafinada melodía brota de su seno y es quien, haciendo las veces de colector, y sacudiendo billetes en su manos, informa al chofer con golpes en la unidad de transporte colectivo que ya puede arrancar, presumiendo de aquella interacción comunicacional que ni el famoso dúo dinámico sería capaz de emular.

Ver colas abarrotadas, y saber que un gran porcentaje no les interesa más que vender su cupo; las vacunas por lo regulado; el martillo para dejarte ir; los parqueros tarifando sus servicios; “la camionetota” aparcada en el reservado para personas discapacitadas; el guapo y apoyado cuya inmunidad jurídica se sustenta en dos o tres números telefónicos de su agenda; el uniformado con la caja de cerveza en la parrilla de la moto, y que maniobra en sentido contrario mientras revisa “el whatsapp”; esa y tantas, tantas otras como las que viste antes de leer este artículo y las que verás antes de que termine el día.

Antes de atacar una situación, cualquiera que sea, lo primero que se debe hacer es detectarla e identificarla; lo curioso, es que como medio de despiste, a esa serie de irregularidades de nuestro diario acontecer le han cambiado el nombre y le han inoculado humor: “Viveza Criolla” la llamaron, y desde allí, resulta mucho más simpático  entrar en el sistema, sin saber que no se comienza a delinquir con grandes crímenes, sino con pequeñas fechorías y grandes argumentos.

“Existen dos tipos de criminales…” dijo, durante aquel lunes por la mañana, y desde ese día, muchas cosas comprendí…

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