MI PAISANO

Venezuela-preñada-

Las sectas bulliciosas se apoderan de las reuniones sociales, se enciende con rumores las redes sociales y se difunden artículos noticiosos de la más amarillista información.

Es medular. Como si se tratara de un accidente que nuestro ADN exhibe incólume, en toda la extensión de nuestra biología nacional. Jamás lo sospeché, ni siquiera las veces que –entre sonrisas-, reprochaba como mis compañeros coleccionaban conos naranjados que servían de trofeo en cualquier esquina de la habitación, mientras que se había alterado el inventario de cualquier obra pública de la nación. Quisiera equivocarme, pero la mayoría de los que comparten mi genética geopolítica, encontraron lo mismo al visitar a algún cómplice o familiar, o incluso fueron ellos mismos, quienes alguna vez desafiaron la suerte con su valerosa protagonización.

Tampoco creí que la crianza apoyada en “La Viveza Criolla” -donde se le engaña al policía, se consiguen justificativos médicos con algún “compinche” doctor, se torna normal colearse en las filas, se evita el semáforo en rojo, y hasta “se le pasa algo” al mesonero para promover el favoritismo en tu atención-; pudiera llevar a un pueblo tan lejos, tan al fondo.

Desde pequeños aprendimos a eludir el turismo nacional, y a promover los destinos que otras latitudes exhiben orgullosos; mientras que alternamos, por un lado, insultos hacia nuestra desgracia política, y, por el otro, alardes y soberbia creciente, sobre la supremacía de nuestra geografía terrenal, de la cual, muchas veces nos referimos sin haberla frecuentado ni por casualidad.

Nos criamos en un lugar donde –sin destacar gobierno alguno-, fue desprestigiada la producción local, para lo cual me basta con recordar a los consumidores, con indudable preferencia por lo importado frente a lo nacional. El incentivo, pues, ha fallado desde abajo, y no al revés, como se acostumbra a creer.

Recuerdo las reiteradas veces en que fui abordado con comentarios de admiración, sobre el apoyo observado entre “chinos” o “árabes” con su comunidad, dentro de las cuales se evidenciaban procuras de mutuo bienestar. Aún no olvido cada palabra, y el comentarles que se trataba de un gesto de lealtad que, entre hermanos de cultura, procuraban rendirse para acompañar la soledad y mitigar la necesidad. Cuando en la actualidad viajo hasta el comentario de las comunidades extranjeras, encuentro con asombro que la admiración fue solo un recurso circunstancial, pues abunda de nuestros paisanos en otros territorios, quienes llenos de egoísmo, condenan a quienes de su ayuda demandan, al infinito abandono.

Hoy estamos sumergidos en un país en el que muchos critican, y otros tantos critican “el criticar” de los demás; lugar en que se acabó la camaradería entre pares, y donde quienes cuentan sus votos, vacilan entre las opciones que frente a las cámaras posan unidos, pero al caer el telón, dividen el camerino en secciones.

La desidia se ha instalado tanto en el gobierno como en la población, donde nada parece tan grave hasta que se padece en la propia carne. Incluso, para muchos aún podrá resistirse un poco más, mientras perdure la playa, no falte la rumba, y la “bocas de pato” sigan recibiendo “Me gusta” y demás.

Nunca habría imaginado, en aquella infancia, que los estímulos de la viveza aprendida mutaría en tanta insensibilidad; al punto de que hoy se comercia, a precio de divisas, la medicina que no le llega al paciente entubado de algún hospital, e incluso frustran la existencia de aquel posible héroe, que con los años, pudo haber resuelto la avería genética de nuestra sociedad.

Zaki Banna / @ZakiBanna

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