Zaki Banna: La paciencia no es pera, y tampoco espera.

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En ocasiones las cosas no fluyen en un solo momento, como tampoco se obtienen algunos resultados en tiempo inmediato, tal y como lo demandaría nuestra propia conveniencia; surgiendo así, la posibilidad de abandonar o aguardar. Vivir abandonando (proyectos, ideas, tratamientos, compromisos, promesas, entre otros) llenaría indiscutiblemente una vida de vacíos, y equivaldría a entregarse en brazos de la ineficacia; mientras que, la otra modalidad, trae implícita dos principales vías, recayendo sobre nosotros la decisión sobre cuál de ellas tomar. 

Son las 9:15pm, y la llegada de un nuevo día se hace necesaria para presentar aquel proyecto en el que tantas ganas y desvelos he depositado. Me refiero a que faltan tres cuartos de hora para las diez de la noche, y veo tan lejana la hora del amanecer, que no se si llamar al insomnio para que me acompañe durante la espera, o si junto a una sonrisa y con distensión corporal generalizada, me desconecto hasta el próximo cantar de un gallo, en manos de la paciencia.

La espera, hace alusión a un período de inacción en el cual una o varias personas aguardan por algún resultado específico; mientras que la paciencia, requiere de pasividad hasta el logro o cese de determinado objetivo. A pesar de que ambos acontecimientos invocan un período de permanencia, no existe entre ellos una relación cercana por su naturaleza, y mucho menos por las características que les son propias.

La paciencia, tiene una connotación más espiritual y un carácter voluntario; es propia de los sabios, los maestros y de las corrientes motivadoras de crecimiento personal. La espera, por su parte, es mucho más física y comúnmente forzosa, pues existiendo la necesidad de actuar, ésta resulta frustrada por simple petición de terceros, o bien por el acatamiento de normas.

Ser paciente te lleva a un estado de relajación constante, de aceptación frente a la realidad en que nos movemos, y al desapego. Quien actúa con paciencia, está convencido de que lo mejor está por llegar, no importa cuánto demore.

La espera, mientras tanto, es una conducta generalmente inducida en la que, no brotando naturalmente del espíritu, se adopta por situaciones determinadas, al presentarse como opción adversa a la consecución de los resultados deseados por vía de control. Es decir, cuando escapa de las propias manos determinar las circunstancias y tiempo de los objetivos planteados: «toca esperar».

La espera, se asemeja a los miembros de las colas en un supermercado, o a los acompañantes de enfermos en un hospital. De hecho, al mencionar «sala de espera», es inevitable visualizar la imagen de aquel hombre ansioso, que va y viene a lo largo de un pasillo con las manos atrás. La paciencia, en cambio, se parece más a los “pacientes” que aguardan su turno dentro de un consultorio, quienes con libros, revistas o tabletas tecnológicas, se han reconciliado con la idea de que es indeterminado el tiempo de duración de quienes les anteceden.

La palabra Paciencia derivó de “paciente” que equivale a “el que sufre”, por su raíz latina “pati” que significa “sufrir”. Por tal motivo, aprende a ser paciente quien se ha instruido en soportar, tolerar y esperar en silencio, como producto de un acto de madurez y serenidad que lo capacita a sobrepasar las adversidades, sin agobiarse en la misma medida de quienes a diferencia de este, no han desarrollado dicha cualidad. La paciencia es ante todo conducta, la cual se adopta, se cultiva y se desarrolla; pasando a ser nuestra “configuración por defecto”, como medio empleado ante cualquier escenario.

Ya son las 10:20pm, y a estas alturas, no pienso seguir esperando.

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