La del Oso blanco, la del empaque amarillo y añejada existencia.
Recuerdo observarte amontonada en anaqueles de supermercado, y reencontrarme con tus rastros en cada papelera que veía; infalible acompañante de las mañanas, complemento de cada diciembre y anfitriona de toda festividad.
Naciste en la misma patria que yo. Tus fundadores, hoy de apellido rimbombante, no endosan su notoriedad a la suerte, sino que, con entrega desmesurada, han labrado el perfil icónico del venezolano trabajador.
Fuiste la primera que creyó en Lo Nuestro del deporte, de los profesionales y del trabajo social; destinando sendos aportes para la causa de quienes hoy no te olvidan, y como el resto, tampoco te abandonarán.
Tu Venezolanidad, por cierto, tiene más años que cualquiera de los que hoy te reniega, los mismos que te ingieren en cantidades a la hora de soltar el libreto, apagar las luces y dejar caer el telón.
Aguanta, POLAR, que tu materia prima pronto llegará.