Recalculando desde la vía que sea

brujula

De pronto un día despiertas en una nada que termina siendo tu todo, así que, decidido a contemplar tu entorno, te encuentras en medio de ese país, esa experiencia o en determinada realidad; ya cansado de esperar la sorpresa que crees merecer pero que no llega, la mano con la que consideras contar y no ves, la palabra que deseas oír y nadie pronuncia; hallándote, irremediablemente, a solas con tu verdadero yo.

El problema de la espera es que desespera –como dicen por ahí-, e incluso exaspera –como le agrego yo-; siendo más sabio optar por “esperar lo inesperado”, como narraba aquel relato que meses atrás me puse a redactar, con base a una experiencia personal. Si  la espera se condicionara a las solas responsabilidades personales, se podría controlar mucho más, pero al supeditarse y depender de terceras personas –quienes, por cierto, también aguardan en sus propias salas de espera-, se genera mayor conflictividad.

En los momentos más difíciles de tu vida has de encontrarte con rostros a los que nunca esperaste ver, mientras que, de seguro, habrás perdido de vista a algunos que creíste que contigo habrían de permanecer; sin embargo, sobre ninguno de los que desapareció cabe culpa total, ni aquellos que se quedaron están absueltos a cabalidad. De modo que no es tan culpable el que no te da lo que esperas, pudiendo haberse retirado por ignorancia o debilidad; y tampoco desborda por su nobleza, aquel que decidió quedarse para destacar ante la sociedad.

Es necesario, entonces, levantar la vista y estar atentos a no prejuzgar ante los actos, porque en ocasiones, quienes “te ayudan” a salir del hueco, sonríen en dirección de la cámara y al ritmo del flash, pero no vacilarían en generarte tropiezos cuando te vuelven a ver corriendo en terreno normal; lo que normalmente se traduce en personas generalmente preocupadas por tener a sus pares a salvo y estables, pero en un peldaño más abajo, mientras se pueda; y, por otro lado, están aquellos que, habiendo hecho mayor o menor acto de presencia que los anteriores, te dan un trato privilegiado, independientemente de tu acontecida realidad

Recalcular tu vida, desde el desvío necesario al que fuiste conducido, requiere –ante todo-, el reencuentro contigo mismo como paso inicial, estableciendo allí las bases en donde el edificio se va a erigir, y siendo bienvenidos, después de ese momento, los demás obreros que deseen apoyar el proyecto civil; tomando en consideración que, si esperamos lo inesperado, en lugar de aguardar por aquella sorpresa, aquel tacto o aquella palabra, poco importarán los flashes y las cámaras, pues el rascacielos igualmente alcanzará su meta, sin que medien tropiezos o presencias condicionadas.

Zaki Banna /@ZakiBanna

zakibanna@hotmail.com

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