Medidas sin medida

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El sol brilló como de costumbre esta mañana,

y lo hizo sin discriminación de razas o nación;

nos despertó para recordarnos la noticia,

de lo que ayer se anunciaba por radio y televisión.

 

Pensé que nadie sería capaz de convencerme sobre la idea de poder estar peor… pero “la labia”, compañeros, “la labia” lo puede todo; y ayer, definitivamente, descarté mi teoría con tan buen vendedor. Costó más de cinco horas de discurso y una chorrera de dinero a los medios de comunicación, para aquello que, sin el despeino de bigote o cabello alguno, desembocó en lo que cambiaría por completo mi antigua percepción.

 

¿Que lo podrido finalmente se convertirá en redes de distribución hacia dónde? ¿Bajo qué transparencia se va a manejar la cadena de abastecimiento comunal? Preocupa mucho que se convierta en un neo-bachaquerismo (movimiento similar al anterior, pero con reconocimiento jerárquico y entrega a domicilio).

 

Lo que está putrefacto desde hace tiempo no son las instituciones, pues estas son de concreto, y en consecuencia no se pudren; tampoco son corruptas per se. Lo podrido camina y dirige, se maneja bajo los estándares de la mal llamada viveza criolla, es el guapo y apoyado, la ineficacia latente, el sectarismo afanado, la ambición grotesca. Es la ausencia coronaria de nuestros símbolos patrios lo que tiene a las instituciones así, pero sobretodo, es la falta de Dios.

 

Algo me quedó muy claro anoche: las medidas fueron perfectamente diseñadas para que, sin resolver el problema venezolano, se le golpee duramente al empresario.

 

El mejor aliado de un cliente es el empresario, pero en cambio, el mejor aliado de un empresario no son sus clientes, sino sus empleados. De modo, que una óptima relación patrono-empleado profundiza lazos de cooperación y sentimiento de pertenencia institucional que, sin mucho esfuerzo, convierte a los empleados en los mejores aliados de los clientes, impulsándose así, la cadena de comercialización.

 

Dicho lo anterior, ¿Cuál sería -por analogía- el mejor aliado del gobierno? El Empresario -sin duda-, quien tiene en sus manos la capacidad productiva de un país, y es el responsable de que una simple etiqueta sea capaz de expresar tres sublimes palabras “Hecho en Venezuela”; pero sin un ambiente de confianza donde producir, sin libertad económica para importar aquello que no se produce aquí, sin un margen en el precio de venta que pueda adaptarse a productos y servicios de diversas calidades, y sin el derecho legítimo de normar, elegir, sustituir e incentivar con políticas propias el capital humano dentro de las compañías; pues sencillamente, no queda mucho que exigir.

 

Uno de los mayores logros democráticos es la descentralización, que en términos comunes, es la manera de relajar competencias en quienes están más cerca del argumento y de la problemática. En ese sentido, los empleados están más cerca del patrono (quien los ve llegar, irse, esforzarse, producir, y evalúa su rendimiento) que del Estado, quien solo debe ejercer un control de tutela efectivo frente a las garantías humanas y propias del trabajo; debiendo ocuparse -aquí si- en estimular al empresario (a quien ve constituirse, operar, reinvertir y prosperar para beneficio de toda la república, porque en definitiva es así).

 

Con empresarios confiados, apoyados y estimulados por su patria; ocurriría lo que por ley de oferta y demanda se adapta a otros escenarios, especialmente en torno al esfuerzo por conquistar los diferentes mercados con mejores e innovadoras opciones. Con el personal que en cada empresa labora pasaría lo mismo, pues realmente depositarían esfuerzos en torno al cumplimiento de sus deberes, al mismo tiempo que les son honrados sus derechos. El problema de este país no es precisamente el desempleo, sino hacer rendir incluso los mejores salarios en una realidad hiperinflacionaria, que dicho sea de paso, no se resuelve con incrementos desacertados de los mismos, ni con estancamiento de precios de venta soportados en pseudo cálculos.

 

El aumento intempestivo del salario, fue como quien da un caramelo al niño que se dejó “puyar” la vacuna por la enfermera; una maniobra que declina hacia el desmembramiento del aparato productivo, estimulando la extinción masiva de empresas y, por insuficiencia líquida, también de las ganas de trabajar, mientras se intenta generar una fallida ilusión de bienestar.

 

Frente a lo demás, esperemos que el nuevo grito de guerra no sea “ya se acabó”, ni “pásame tres por litro y te consigo de la preferencial”; mucho menos ansío ver llegar “días de llenado” correspondientes al terminal de la placa vehicular.

 

La primera medida efectiva sería el racionamiento del gasto público, con el que se inflan partidas presupuestarias cuyo único propósito es el engorde de los intereses aristocráticos de quienes ejercen la hegemonía absoluta; mientras que, en la medida inversa, se desnutre todo un pueblo.

 

Los zapatos hoy siguen rotos,

En la nevera solo agua y a veces luz,

Hoy yo veo más tristes los rostros,

Y el responsable de todo, sin duda eres tú.

 

Con Fe,

Un abogado y empresario venezolano.

 

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