Zaki Banna: Espera lo inesperado

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Era una mañana tranquila de aquel inolvidable noviembre, hasta que mis oídos alcanzaron a escuchar: “espera lo inesperado” -en cámara lenta y labios poéticos- como de quien brinda un valioso consejo sin esperar a cambio. ¿Espera lo inesperado?, pregunté para mí al menos media docena de veces, y para cuando volví a la realidad, el avance de la conversación me descubrió perdido. ¡Espera lo inesperado!, repetí una vez más, y de pronto asentí…colando aquella frase hasta las entrañas del centro de mi tierra, colonia de nadie, espacio de reflexión.

«Debes trascender de lo mundano, de lo común; un espíritu sereno acepta el placer y el dolor con una mente tranquila y no se conmueve por ninguno»,continuaba el orador de aquel grupo de profesionales quien, con cabello rapado y larga barba, reflejaba la imagen de un ancestral maestro, a la vez que animaba con sus talentos a mantener la atención del conglomerado allí presente. «Basta de controlar, dejen de preocuparse, y de fijar la atención en pequeñeces».

Lograr el arte divino de aceptar la realidad tal como es, equivale a adoptar el hábito perpetuo de pararse frente a algún árbol y observarlo a plenitud, en lugar de tropezar la vista con cada brote de pigmentación en sus amarillas hojas de otoño; es sentir el cobijo de su sombra, antes de condenar el administrado brillo de los rayos que se filtran entre las ramas; y es, sin duda, comprender que hay otros árboles y otras hojas, otros rayos y otras sombras, pero especialmente es internalizar que, dentro de un bosque, cada árbol es distinto, y su todo no sería posible sin la suma indiscriminada de cada una de sus partes.

Con el giro reiterado de las manecillas del reloj, apareció de pronto y como en señal de complot, la letra de uno de mis temas preferidos desde aquella época colegial, a la vez que revivía las anécdotas casi históricas, en la voz de su cantautor guatemalteco, quien bombardeaba ahora mis incertidumbres filosóficas con frases como: 1. “Tengo que andar con cuidado para no cuidarme” y 2. “Tengo que ser muy astuto para ser un idiota y dejarme llevar como el viento por las cosas que pasan”; las cuales, a mi parecer, habían sido simple relleno lírico durante aquel año 2000 y siguientes, así como de quien no busca, no sabe y no quiere. Sin embargo, ese día fueron expresiones rimbombantes que invitaban a rendir culto al desapego, así como a convertir en ciencia la exquisita costumbre de no aferrarse.

“La espera desespera” dice un popular refrán, y yo agregaría que también exaspera, cuando ésta se supedita a los demás. Es un grave error la costumbre humana de esperar por terceras personas, con la creencia de que todos pensamos, sentimos y pretendemos de la misma manera; siendo ese, el punto de partida de un largo maratón de ansiedad, cuya meta acaba en frustración. Sin embargo, esperar lo inesperado es esperarlo todo y nada a la vez, significa estar preparado para cualquier escenario, y al mismo tiempo constituirse como presa furtiva de la sorpresa, de lo espontáneo, de lo inadvertido; es, en definitiva, atesorar el momento y disfrutar de toda la vista, sin perderse entre una u otra hoja amarilla.

“Así como la pólvora es al explosivo, del mismo modo actúan los pensamientos hacia las emociones”. Zaki Banna.

@ZakiBanna

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